La Garnacha, Nicaragua rural

Tanto desde Barcelona como la gente que hemos conocido aquí en Nicaragua, nos habían recomendado pasar unos días en la comunidad de La Garnacha, y por fin nos hemos decidido a tomarnos este fin de semana para nosotros dos y nos hemos dirigido hacia allí.

Dicen que lo mejor de Managua es salir de ella, y realmente se agradece dejar el caos capitalino y salir a descubrir las maravillas que esconde este país. Tocaba dirigirnos al norte en dirección a Estelí – “ a las montañas” –, así que pedimos prestada a la UCA una camioneta, lo que nosotros conocemos como un pick-up 4×4, ya que la mezcla de lluvias y caminos de tierra no está hecha para nuestro delicado Chevrolet Aveo. Y suerte que lo hicimos, pues poco antes de llegar a Estelí dejamos la carretera principal y seguimos por una adoquinada hacia San Nicolás, pero también la dejamos y nos metimos por un caminos pedregosos que nos adentraron en la zona de parques naturales donde estaba nuestro destino.

La Garnacha empezó su andadura como cooperativa en los años sesenta respaldada por el gobierno sandinista y con el apoyo de los hermanos de Foucauld, pero los gobiernos de derechas no quisieron saber nada de ella y se disolvió en 1994. Por suerte, gracias al empuje de los religiosos – y de la cooperación española – lo que había quedado como un programa agrícola parroquial se constituyó como una asociación con 350 miembros. Ahora se dedican a actividades diversas, desde ecoturismo hasta venta de quesos – de los mejores de Nicaragua, gracias al know-how de un suizo que también les ayuda –, pasando por venta de artesanías y tareas del campo.

Cada uno de los socios hace su trabajo y los beneficios son para la comunidad, que luego paga un salario idéntico a cada uno de ellos. La verdad es que vimos un ambiente muy bonito, una buena herramienta “socialista” que permite el desarrollo de la zona manteniendo el estilo de vida de sus gentes y que es un ejemplo para el resto de comunidades del municipio de San Nicolás.

Nosotros nos dedicamos a pasear por los senderos, a conocer el proceso de elaboración de los quesos, a leer, a meditar – que en teoría era nuestro principal objetivo –, a hablar con la gente, a pescar con unos niños, a ver cómo llovía a cántaros… y a pasar una noche de perros. Digamos que las cabañitas no estaban tan mal, pero no sé si fue por la lluvia o por qué, pero teníamos la habitación llena de mosquitos, cucarachas voladoras, mariposas nocturnas y todo un elenco de bichos que prefiero no recordar. Vamos, que con esta fauna rondando nuestras sábanas y unos pájaros haciendo unos ruidos bastante desagradables en el techo, la verdad es que costó conciliar bien el sueño… en fin, cosas de la Nicaragua rural.

Por lo demás aquí en Managua se han adelantado las lluvias, lo cual es bueno para la economía del país pero nosotros ya estamos un poco hartos. Al menos hoy no ha caído ni una gota y hemos podido disfrutar del “Día del Trabajador” haciendo la compra, jugando a frontón, bañándonos en la piscina, estando tranquilamente en casita… la Nicaragua urbana, supongo.

Desde esta tierra de contrastes, G.